domingo, 18 de febrero de 2018

El problema de España: la imposición lingüística


Ahora que se está hablando tanto sobre la casilla para seleccionar educación en español en la preinscripción de los colegios de Cataluña y que en Baleares los médicos y enfermeras están manifestándose en la calle porque les exigen el conocimiento de catalán para ejercer en las Islas Baleares, es necesario recordar lo que sucede en otras regiones con dos lenguas oficiales, por ejemplo en Galicia.

Para ello podemos acudir a las fuentes oficiales, por ejemplo el diario oficial de Galicia, que en su ORDEN de 7 de abril de 2017 por la que se convocan procedimientos selectivosde ingreso y acceso al cuerpo de profesores de enseñanza secundaria nos encontramos con lo siguiente en su Base novena. Acreditación del conocimiento del gallego:

9.1. Las personas que no puedan acreditar el conocimiento del gallego de acuerdo con lo establecido en la base 3.2.1.c) deberán realizar una prueba.

9.3. Valoración de la prueba.
El tribunal valorará esta prueba como «apto» y «no apto». Quedarán excluidas del procedimiento selectivo las personas calificadas «no aptas».

Es decir, para ser profesor en Galicia o sabes gallego o no puedes ser profesor en primaria, secundaria y bachiller en Galicia. Por la vía de hecho, y por la de derecho también puesto que forma parte del ordenamiento jurídico,  se impone una obligación que no es constitucional, la obligación de saber gallego. La Constitución sólo habla del derecho y obligación de saber español.

Se establecen barreras a la libre circulación de los profesores "españoles" entre las diferentes regiones españolas, una persona de Albacete preferirá presentarse a las oposiciones de Andalucía o de Castilla-León porque tiene una prueba menos y no tiene que hacer el esfuerzo de conocer una lengua que le resulta ajena (aunque no tan distinta) pues una cosa es entenderse y otra tener un conocimiento suficiente para impartir una clase en un idioma diferente al de uso habitual del profesor, el español. Lo que se fomenta de esta forma es el espíritu de tribu, el que los españoles circunscriban su vida a la región en la que nacen, la falta de movilidad por España con lo que eso supone de falta de conocimiento de tu propio país, la desconfianza (cuando no el odio) hacia lo de fuera, la mediocridad al frenarse la competencia mediante las barreras lingüísticas.

¿Quién les dijo a los españoles que viven en regiones con otra lengua además del español que sus hijos tendrían que hacer una prueba específica de la lengua regional para acceder a la universidad teniendo que hacer una prueba más que el resto de alumnos españoles con residencia en regiones no bilingües? ¿quién les dijo que el gallego, vasco o catalán iba a tener tanta influencia en las medias de sus expedientes académicos?, ¿quién les dijo que un malagueño que se trasladase a vivir a Galicia tendría que aprender gallego y examinarse de gallego en la selectividad?

¿Quién le dijo a los españoles que aprobaron la Constitución en 1978 que un español tendría graves dificultades para ejercer su profesión en algunas regiones de España por su desconocimiento de las lenguas regionales?  

Esto es un engaño en toda regla y en algún momento habrá que ponerle coto.

Quizás no tenga vuelta atrás la cooficialidad ya que cambiar la Constitución es un proyecto utópico, quizás la solución sea recuperar las competencias de educación, quizás una nueva ley orgánica de libertad lingüística pero lo que se echa de menos es que el problema de la libertad de lengua pase a primer plano en las prioridades de nuestros políticos porque la imposición lingüística no es una cuestión de idiomas es una cuestión de libertades civiles básicas y de igualdad de deberes y obligaciones. Es un clamor de los españoles sensatos acabar con esta locura suicida. 
Lo que se echa en falta es un poco de "verdad" en la aproximación al asunto, superando la insufrible negativa de los políticos (de todos los partidos) a reconocer que existe un grave problema que tiene una gran repercusión en las vidas de los españoles, niños y adultos, en la unidad nacional, en el odio a España. El problema en Cataluña es el problema de España, de todos los españoles, pero lo mismo que sucede en Cataluña está sucediendo en el resto sin que, por ahora, se haya llegado al extremo de una declaración de independencia. No se puede esperar a que la situación se deteriore más. Hay que hacerle frente de una vez.

El problema de la imposición lingüística es de todos los españoles pues todos de una manera u otra lo sufrimos. La receta para resolverlo es la libertad. 

La experiencia en Cataluña nos ha demostrado que el nacionalismo no tiene ni media bofetada, que una vez defenestrados sus dirigentes no ha pasado absolutamente nada y que se puede y se debe ir más allá en el desmantelamiento del tinglado liberticida y corrupto que tienen montado sobre todo en Cataluña pero también en el resto de autonomías bilingües (en el resto de autonomías la corrupción también es un problema, pero al menos no hay imposición lingüística).

En mi opinión, esta cuestión es crucial para España, para su futuro como una unidad nacional, y para el progreso de los españoles, pues la imposición lingüística es un gran lastre en las libertades de los españoles que genera grandes tensiones.

¡Seamos sociedad civil y pongamos nuestro granito de arena para exigir la solución de nuestro mayor problema!


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